ISSN 2767-1844
FACEBOOK         /         INSTAGRAM         /         TWITTER

INICIO      ENSAYOS      ENTREVISTAS      RESEÑAS      POESÍA & FICCIÓN      COLUMNAS      COLABORADORES      CONTACTO      EDITORES


RESEÑA

En su último texto, ¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX, el crítico Constantino Bértolo señalaba que «la literatura es una de las herramientas que la sociedad utiliza para construir su identidad, un espejo semántico en el que mirarse y reconocerse: un mecanismo de autonarración, en definitiva». Visto desde esta perspectiva, y continuando con sus propias palabras, la literatura establecería una suerte de «conversación con la narración histórica», articularía una «experiencia compartida» y supone un «arte con vocación de intervenir en la esfera pública democrática». Esta manera de entender la literatura me parece especialmente fecunda para acercarnos a Días de euforia, de la escritora salmantina Pilar Fraile, pues nos brinda la oportunidad de tirar de un cierto hilo de Ariadna.

            ¿De qué «identidad» nos da cuenta la novela? ¿Qué «experiencia compartida» subyace? Es difícil responder de un modo resumido, pero si tuviera que aventurar una primera intuición, diría que ésta se sitúa en un futuro deliberadamente ambiguo tan reconocible que bien pudiera parecer el presente. Algunos lo llamarán «distopía» (a la manera de Black Mirror), y se quedarán tan panchos, confiados en que la mera etiqueta televisiva sirva para estabilizar el mundo diegético que contiene, pero si recorremos sus límites liberados de todo referente cultural, nos encontraremos ante sujetos y acontecimientos heridos por las mismas obsesiones de hoy (vacío existencial, individualismo, vacuidad relacional, etc.). En este sentido, considero que la novela opera en el terreno de la reconstrucción de una identidad que ya está en marcha, que ya es presente a través de tensiones, contradicciones, insuficiencias e incertidumbres propias de nuestro tiempo histórico. Una identidad tan pegada a la experiencia ordinaria que resulta casi indiscernible, dolorosa. Y es que, en esa ambigüedad calculada, es donde mejor se ceban los elementos de crítica cultural (y política) que la obra comporta. Un retrato de época encarnado a través de una serie de personajes extraños, singulares, problemáticos, antipáticos (María, Blasco, Angélica, Carlos, Diana), tan similares a nosotros mismos, que cuesta leerlos como un «otro», cuyo examen de conciencia se inserta dentro de eso que pomposamente podríamos denominar «capitalismo informacional». Los personajes de esta obra están subsumidos en el mundo web, en el ideario neoliberal, están hechos de muy pocas cosas, se huye deliberadamente de todo perspectivismo psicologicista, cada uno se muestra mediante su propia práctica, su hacer, no tanto su decir, y en esa praxis se va desmadejando la complejidad de lo social. Una complejidad, dicho sea de paso, vacilante, por momentos desahuciada de sí misma, inhóspita. Las relaciones entre los personajes densifican eso que Georg Simmel llamaba «sociabilidades» y son el fermento característico de un momento histórico, el nuestro, poblado de aislamiento y sálvese-quien-pueda.      

            Y es que el mecanismo de autonarración que este libro desata reconstruye el modo de vida, las estructuras de plausibilidad, el proceso de subjetivación de unos individuos cuyos vínculos se articulan bajo el paradigma de las relaciones de producción postindustriales, el impacto del Big Data, la irrupción de la economía de plataforma. A lo largo de sus doscientas y pico páginas los distintos personajes presentan un grado de apego a la realidad que está mediado por la anomia, por la ausencia de horizonte comunitario, por la experiencia vicaria de lo sin-otro; un modo de existencia subyugada por la frialdad de emociones, la robotización tecnolátrica, la «búsqueda frenética de soluciones». Una ecología de seres convertidos en cyborgs. Ahora bien, cuidado, no me refiero al cyborg en su eco de ciencia ficción, sino en el sentido que de ello hiciera Donna Haraway. Un «ser contemporáneo fusionado-confundido entre lo humano-máquina, que no necesita de distinciones», un rechazo de los límites rígidos que separan lo «humano» de lo «animal», y lo «humano» de la «máquina», pero alejado de todo impulso liberador (como en Haraway), devuelto a una acepción esclava, de dependencia respecto de las propias constricciones creadas por ese ser híbrido. Los personajes de Pilar Fraile pendulean entre su imposible autodeterminación y los límites especulares impuestos por las relaciones productivas en las que están inmersos. Son seres donde la agencia queda fracturada, horadada, condicionada, por su posición dentro de la arquitectura de mundo, aunque no determinadas de forma teleológica.

            Merece también atención el modo en que está escrita esta novela. No busquen en ella un flujo narrativo torrencial, barroco, exuberante. No persigan un lenguaje capaz de subyugar por su fuerza expresiva. Al contrario, se mueve (deliberadamente) en la sequedad, el despojamiento, la anorexia, el sabor metálico y la economía de recursos. Una prosa que, en toda su extensión, quiere escapar de toda veleidad lírica, buscando de forma consciente insertarse dentro de un debate que ya la generación del cincuenta en España planteara (sin respuesta) y que todavía hoy permanece abierto: ¿qué prosa necesitamos para refundar un país, una sociedad? Esta pregunta, de enorme calado, además de política, tiene un componente ontológico y estilístico, de “depurado de la herramienta”. El problema de la prosa es el problema de la constitución misma de la sociedad (como ya plantearan en 2016 Ignacio Echeverría y Andreu Jaume en aquel ciclo memorable celebrado en la Biblioteca Nacional de Madrid titulado “La reinvención de la lengua. La necesidad de un nuevo idioma”), de ahí que su pertinencia nos muestre hasta qué punto en Días de euforia comparece también desde un cierto aliento de intervención en la esfera democrática. Escribir (como Pilar Fraile hace) constituye toda una declaración de principios, un gesto valiente de participación en un estado de cosas que, a sus ojos, comparecen de un modo fatídico para la dignidad humana, y es por ello que no se puede rehusar (al escribir) la posibilidad, descarnada, de interpelar lo real. Leer esta novela implica, casi sin quererlo, tomar partido por la experiencia vicaria de extrañamiento que supone habitar este mundo injusto. La pregunta entonces es si plegarnos, sin más, a su devenir, o revelarnos contra su destino despojándonos de todo aquello que nos vuelve insensibles. La novela no da respuestas, pero nos escupe a la cara algunas preguntas capaces de movilizarnos hacia la reflexión.


Todos los textos son propiedad intelectual de sus autores. / El website es propiedad intelectual de La Vaca Multicolor & Gustavo Faverón Patriau. / La Vaca Multicolor es un mamífero imaginario sin fines de lucro.

Contacto

"Leer esta novela implica, casi sin quererlo, tomar partido por la experiencia vicaria de extrañamiento que supone habitar este mundo injusto. La pregunta entonces es si plegarnos, sin más, a su devenir, o revelarnos contra su destino despojándonos de todo aquello que nos vuelve insensibles".

     INICIO      ENSAYOS      ENTREVISTAS      RESEÑAS      POESÍA & FICCIÓN      COLUMNAS      COLABORADORES      CONTACTO      DIRECTOR     

Días de euforia
Pilar Fraile (Alianza Editorial, 2020)

Reseña de Ernesto García López     / Publicada en Agosto, 2021