(de Archivo Dickinson, 2018)
Biografía
Me llamo Emily. Nací en Nueva Inglaterra, un 10 de diciembre muy blanco y altivo, y otra vez blanco. Mi padre nos leía la Biblia con ojos de Pentateuco, afirmando que ese libro, que es el Libro de los Libros, contiene cuanto existe de inhallable en lo real. Tuve que buscar cómo engendrarme de algún modo, recurrir al silencio que es nido muy vacío, muy en paz. Así inventé los bosques, el desquiciado mundo, la antigüedad del agua. Esa fue mi forma de partir. Aún no he regresado.
Curiosidad
Cierta vez, la realidad quiso saber qué es lo que se tacha al escribir y recibió en su jardín a unos cuantos animales, todos despoblados, hambrientos de entrar a lo ya abierto.
Domingo
Vinnie habla sin puntos ni comas, como quien narra una historia con varias culpas. Y eso, cada vez con rezos –alabanzas, confesiones de fe– como si pudiera, con su arrebato, henchirme la convicción. Yo le mido el candor, me divierten sus cofradías de muertos, sus relatos de bodas que no estuvieron. Vinnie es un puerto que vuelve y dice que sí, que sí, que hay en él lo que no hay, que siga, que bendiga, que dé voces. ¡Hay que ver sus adjetivos tan devotos!
(de Oratorio, 2020)
habla el río un lenguaje
sin comienzo ni fin
y así ilumina
con lámparas flotantes
su plenitud
nosotros no
preferimos el mundo
catalogado
la conciencia
ciega de la orfandad
nos toca eso
escandir las letras
de lo incomprensible
y después
mientras dura el abrazo
entre el lenguaje y el río
escribir un viaje
de pequeña mónada
una plegaria
–que el corazón dé un
vuelco
y de pronto sepa
prolijamente
nada–
ahora mismo
atraviesa la noche
tu sequía más dulce
el círculo cerrado
está siempre
abierto
dicen los sabios que el árbol
nunca supo del árbol
tampoco de los frutos
que proliferan
cuando no los pedimos
no sabe de arrabales
donde medita el tiempo
ni de la doble llama
del agua interior
dicen que ignora
los dientes del deseo
que a su pensamiento
le faltan manos
ni qué decir
ramas doradas
para vestir al mundo
con sucedáneos
y en consecuencia
sigue plantado ahí
muy vacío
muy en paz
sin esperar una música
ni cumplida ni ágil
ni siquiera un presagio
de espaldas al día
una cosa es segura
dicen
la ausencia de dios
es también un dios
lo que está quieto
está danzando
Y en esas costras
estilizadas
de fervor y excremento
todavía es posible
amueblar
una infancia,
eso
que el lenguaje
entierra y sigue vivo
en el escándalo
del mundo.
Así comienza
la biografía de las cosas:
como una histeria
luminosa,
un error impecable,
de largo aliento.
Queda
casi siempre,
de semejante aventura,
un signo,
una textura de luz,
una adicción
al dolor que rige
bajo la ropa.
Fuera de foco,
la materia opaca,
con el rostro ardido.
Ningún apuro sirve.
Ningún remordimiento.
La desgracia hace noches
donde
se
posa.
POESÍA
(de Islandia, 1994)
Venían de la tierra de los hombres tristes. Abordaban la isla en tablas, barcazas, longitud de insidias. Violentos, como quien ha abandonado todo, amotinaban los sueños. Todo el largo invierno, a campo traviesa, se vio al fantasma de Haroldo, el de la Cabellera Hermosa, cruzarla. Hubo gaviotas y un universo huérfano. A corto plazo, los hombres pudieron sostenerse en su saga (ser, a su manera, felices). Hubo, después, la ausencia injustificada del verano y una compleja red de traiciones. El mundo no terminaba de eclipsarse.
En altibajos no, en repetidos tópicos vive,
en puntos sobre las íes. En mocerías
que quedaron allá. De tanto en tanto.
En plétoras de ausente, en modus operandi.
Huyera, pero el trueque ingrato de un arpón
de plata la detiene, y al escudriño andante
de sus marinerías la obliga: fricativa
vida entre canoros, entre guantes,
y palafrén y espumas y lebreles.
No tiene adónde ir, o si lo tiene,
decir que lo supiera es un infundio.
Tan habituada está a las galanuras.
A cascarón vacío. A dudosos
regresos del delirio que su oficio
de aliños le incentiva. Al arte
y sus antídotos, de la cetrería.
En cambio, el deseo arde en los climas áridos de la epopeya. (La ambición es un triángulo sin lados.) Empapados, pululantes, en una oleada de orgullo que no es lerdo, los héroes se baten en riñas invisibles, perfectas. ¿Adónde irán a parar con tanta verborragia de lanzas? ¿Tanto lío de corazones premeditando? A lo mejor, se dicen, es una sombra que pasa, una atracción momentánea por lo lúgubre. O un miedo disfrazado de astucia. O un miedo simplemente, un homenaje. Cuesta trabajo divulgar una emoción, encontrar una forma del viaje donde se refracten todas las imágenes. Llevan años así. Persiguiendo un mundo desorientado del hábito, como si fuera posible ajustar una escenografía a su búsqueda. Debieran haberlo figurado: sonámbulo el deseo se desata, ensaña, por algo que no existe. Ya no saben qué hacer, cada vez más cautivados por la migración, sin saber por qué vinieron. Soñando con litigios que se ramifican hacia el alba.
Algunas cizañas que, protegidos por el anonimato, urden los bardos:
1) Una serpiente se dormirá en el hiato del mundo. Las proas abrazarán las bocas del fiordo. Habrá un reguero de estandartes y una pared de escudos vivientes. El hierro proveerá la carroña. Pregunta: ¿Quién dijo que era un deber hacerse amar?
2) La que huye es la isla ¡Desconfíen! El enemigo está adentro.
3) Somos la perpetuación de un paisaje ralo. Algo se ensaya en nuestros gestos para una ausencia final. El corazón mide las distancias. Las armas brillarán como un campo de hielo roto.
4) En un poema bélico, el aniquilamiento y la embriaguez son de ustedes. La osamenta para el alma, nuestra.
5) No sufran, se los conocerá por los fracasos.
6) En las periferias del tiempo, como una primera sensación de patria, ausentarse.
(de La ineptitud, 2002)
no
todavía no dije la verdad
pero qué es la verdad
hablar no
dar con las palabras que esperan
en el pequeño cofre de las revelaciones
no
eso tampoco eso tampoco
entre las flores sin nombre
que trepan por el frío
la más peligrosa es tu cuerpo
viene hacia mí
como un guerrero
que ignorase qué hacer
con tanta muerte
y por eso
pone sus labios sobre el tiempo
como quien trabaja
una victoria
y yo no digo nada
yo solamente abro la boca
le doy la bienvenida
a esa peste vigorosa
(de Arte y fuga, 2004)
I (intrada)
el otoño
hace cantar al amarillo
hoy es domingo llueve
está abierto
el jardín cerrado
de la palabra nunca
digamos
que un ruiseñor incierto
como reflejo oscuro de la nada
cruza el lenguaje
oiremos
si prestamos atención
si damos los besos que caen
adentro del asombro
cuando el asombro inventa
el contrapunto de su nombre
y se recuerda
te amo
llueve en la ciudad extranjera
nada –dijo el rabino de Praga
sino una flecha de agua
conduce al ruiseñor
digamos que el fracaso
lo hace cantar
que en la escritura esquiva
de lo humano
avanza un barco
enamorado del río
que lo pierde
vendrá tu cuerpo amor
y tendrá la ausencia
el Deseo –dijo el rabino de Praga
hace existir
la irrealidad de todo
no hay más recurso
contra la huella imperfecta
de las cosas
ni más inspiración que el infinito
proyecto de ser Nadie
está embarcada la noche
el amarillo
no ha dejado de soñar
navega en lo extranjero de sí mismo
atento a las miguitas que dejamos
como una luz privada
en el asombro
oscuro del poema
el arte es una fuga –dijo el rabino de Praga
hay que inventar lo que somos
cuando el otoño imanta
la palabra nunca
y entonces eso habla
como un agua virgen habla
como una música abierta
y nos enseña a morir
III (petite chronique)
nunca se sabrá
cómo la sombra
se tragó la luz
en un lugar tan pequeñito
nunca se sabe en un lugar así
si no es mejor
morir
no molestar a nadie
menos que nadie a Dios
no exageres
¿no querías acaso ser Nadja?
más o menos
siempre más o menos
te ordeno ser Nadja más o menos
la poesía
tiene que ver con eso
cómo encontrar
un caracol imperfecto
cuidado
la ambición
te puede causar
una úlcera
no es mucho
no es demasiado
el miedo siempre igual
a sí mismo
te ordeno que te calles
te ordeno que no busques
sino aquello
que no te alcanzaría
¿quién inventó la distancia?
¿quién dijo el otoño
renacerá siempre cada vez más rojo?
nunca se supo
jamás se sabrá con certeza
cómo en el pecho de esa prisión
avanzaban
dos niños viudos
dos novios huérfanos
más altos
que un territorio invadido
iban
como quien vuelve
mejor dicho volvían
sin tener idea
sin tener la más remota
idea
de la sombra
te ordeno que no tengas
una úlcera
sobre todo
si se parece a Nadja
en la prisión del sueño
de Breton qué miedo
a veces no es tan malo
a veces
te perdonan
el premio es una tumba
al lado de Mamá
nos sentimos honrados
¿por qué no?
ahora que hemos vuelto
con lo puesto
y avanzamos
por el reverso de la luz
más altos que Hansel y Gretel
más despavoridamente
ingratos
(de Buenos Aire tour, 2006)
14. Lecciones en la Escuela de la Muerte –Recoleta–
La tumba de Ezra Pound en la isla-cementerio de San Michele en Venecia. La frase grabada en Treblinka: Ici repose le poète Robert Desnos. Los muertos que hablan con sus deudos, asomando la cabeza por los nichos, en un film de Fellini. La inscripción islandesa en la tumba de Borges. El sueño donde me están enterrando y alguien dice: “Déjenla, todavía no ha llegado su tiempo de morir, algunos tabiques entre ella y la Vida siguen en pie”. La comitiva fúnebre del Capitán Nemo en el Gran Acuario de lo Irreductible. La bóveda amatoria, sembrada de crisantemos, donde Lydia Borelli espera a su amante en el film Malombra. Los extramuros de El Cairo. La máquina resucitadora de Raymond Roussel. La hermosa caminata inmóvil que Orfeo emprende hacia Madame Lamort, sin saber que se trata de un viaje entre él mismo y él mismo. La sospecha de que todos estamos muertos. El cementerio de libros humanos en Farenheit 451. La frase Between the yes and the no, lies reality.
(de Cantar la nada, 2011)
Pequeña liturgia
no se piensa fácilmente
sino aquello que no fuera
el amarillo
del canto inexistente
como recuerdo hasta qué punto
he aquí
sin duda
una riqueza
no hables
como quien rompe a reír
no calles
no hagas de la casa escrita
la tumba de la imagen
0.0016 kilómetros de palabras confinadas a un poema
curiosa manera de decir
un hombre caminaba por la muerte
lo atravesaban
formas
un poco arrepentidas
graduaciones
de lo que no tuvo
el aire
que inhala por minuto
el mundo
cada vez que se extraña
el resto
fue aritmética mayor
saber caer y no caer
evaporarse
como una herida transparente
(de Interludio en Berlín, 2014)
Contra lo que esperaba, nadie vino ayer a raptarme del otoño. Tuve que sentarme afuera y por un rato hacerme compañía. Ningún ser inesperado supo explicarme la tarde en sus fragmentos, correctos o no, bajo un cielo a regla y la perspectiva cambiada. Tuve que permanecer así, completamente alerta, entre el color del veneno y su estación venidera. Pasó un corazón mordido. Dijo: Date por seducida.
Como quien empuja a un corazón, lo incita a avanzar sin rumbo, a temperar la rabia de haber visto. ¿Visto qué? Violencias hogareñas, barricadas, banderas arriadas en la paranoia. La historia muda pero mi corazón se eriza de costado. Todavía es posible escribir con la garganta seca. Es preciso aferrarse al secreto claro. Palabra propia. Piedra. Pasión que pesa.
Juego, jugué, jugaba. ¿Es posible ser rico de una escasez? Siendo improbable, bien podría ser. Basta una pena que no se cure, la muerte de quien amase, cosas oscuras de tan quererlas. El viento silbaba en el viento, dormido de agitaciones. Toda esta cosa ninguna, la ciudad que respira por las heridas, en intervalos verbales. ¿Hasta cuándo va a durar lo incomprensible? Hizo frío en lo que pensaba.
(de Exilium, 2016)
"Cierta vez, la realidad quiso saber qué es lo que se tacha al escribir y recibió en su jardín a unos cuantos animales, todos despoblados, hambrientos de entrar a lo ya abierto".
Poemas de María Negroni
Selección de Sebastián Urli
/ Publicado en Septiembre, 2023